Mantener nuestras deudas bajo control es fundamental para tener una buena salud financiera, pero cumplir con las obligaciones que adquirimos al solicitar un préstamo puede ser complicado si nuestra situación económica cambia.
La opción más saludable siempre es revisar minuciosamente los ingresos y los gastos fijos y variables y hacer un presupuesto para saber con qué cantidad contamos para pagar las deudas.
A partir de estos datos, podemos disminuir los gastos innecesarios o prescindibles y destinar esa cantidad a devolver los préstamos pendientes.
Es decir, se reúnen todas las deudas y se negocia con el banco la concesión de un nuevo préstamo con una cuota mensual más baja, a costa de aumentar el plazo de devolución.
Las líneas de créditos y los préstamos son productos que permiten al usuario conseguir financiación, pero presentan diferencias que deben ser tenidas en cuenta cuando llega el momento de elegir entre un producto y el otro.
La diferencia principal entre ellas es la recepción del dinero, que en el caso del préstamo es al principio mientras que la línea de crédito puede solicitarse según disponga el cliente.
Para hacerlo, es imprescindible conocer nuestro nivel de endeudamiento, es decir, calcular de cuánto es la deuda o deudas pendientes de cancelar.
Los clientes deben consultar la deuda que tienen pendiente, así como el esfuerzo económico que les supone devolver estos préstamos y cuál es el límite de deuda que pueden asumir de forma saludable.
Todos ellos tienen ventajas e inconvenientes que hay que sopesar detenidamente.
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